domingo, 21 de agosto de 2011

¿¿GUERRA DE SEXOS EN EL SIGLO XXI?? No, gracias. Parte I

Me sorprende una soleada mañana de agosto “marujeando” por la red, como acostumbro en época estival en lugar de poner AR, una encuesta de la web “Enfemenino.com” por su décimo aniversario, esta, proclama a los cuatro vientos que los españoles somos los europeos que más felices y satisfechos nos encontramos con nuestra vida social, afectiva y personal, tres puntos por encima del resto de Europa y en el mismo percentil que los demás continentales en cuanto a la vida laboral, es decir, muy abajo; pues de bien sabidos es la crisis que ahonda la sociedad capitalista actual. No temas, no voy a refreír viejos post hablando de felicidad y si de disparidad.

Continúo leyendo, y en la encuesta se valoran no sólo las diferencias geográficas de los encuestados, sino que también se hace una división entre sexos muy amena. Esta diferenciación trata acerca de las expectativas en cuanto a relaciones de pareja, características de uno y otro en el ámbito familiar, quién toma o deja tomar las decisiones que se creen importantes, si creen que su condición de hombre o mujer les hace llevar una vida sencilla o por el contrario se sienten ninguneados, explotados o marginados; y por último que motivaciones y caracteres se les asignan a uno y otro sexo por ellos mismos y por el contrario.

Bien; poder, ambición, éxito, independencia, acción, libertad, audacia, confianza en uno mismo, individualismo o transgresión, se les asigna a los varones, mientras que a las féminas se les otorgan valores como: tolerancia, familia, generosidad, orden, elegancia, ternura, sacrificio, capacidad para compartir, igualdad o la psicología, es decir, tanto han luchado para una “igualdad” las mujeres, muy aprobada en el último tercio del pasado milenio por los hombres, y sin embargo, los estereotipos se mantienen, siempre nos quedará Merkel para abrirnos los ojos, pero... ¿queremos cambiar esos estereotipos? O nos sentamos en la poltrona añeja del salón como sugería Celtas Cortos en una de sus mejores letras.

Mientras nos mantengamos en que la mujer elige que se mete en el frigorífico y la escuela de los niños, y los hombres que televisión o que coche se compra, seguiremos en el siglo XIX, más atrás quizás. SI, puede parecer que las condiciones  han cambiado, y por supuesto las características no siempre son iguales, pero, ¿qué pretendemos conseguir? Me parece inútil entrar en una guerra de sexos por quién es mejor o peor, y lo que es peor entrar en una guerra más evidente todavía: que somos iguales, cuando no es cierto.

Si la igualdad no es si quiera posible entre personas del mismo sexo, más incentivadas se verán las diferencias entre las de distinto. La heterogeneidad es lo que nos hace únicos y es lo que resulta realmente divertido, desde no saber lo que quiere decir el otro, o cómo reaccionará ante una u otra situación. Todas estas divergencias en mayor o menor medida tienen fácil respuesta educacional o genética, he ahí el paradigma más ancestral de la psicología…

¿Tu cerebro y el mío funcionan igual?

Vamos a dar respuesta con ejemplos y situaciones prácticas y sobre todo con el responsable de todo esto, el cerebro y sus experiencias, ¿nos adaptamos o no al ambiente?, ¿poseemos o no un reducto de fundamentación genética que controla nuestras conductas y aprendizajes? Todo es mentira y todo es verdad, los estudios no esclarecen nada y para ser esclarecedores deberían realizar el mismo test, con los mismos estímulos, a todas las personas y que estas no hubieran tenido experiencias propias pasadas de ningún tipo, algo inviable hasta para los creadores del universo “Gattaca”, pues ya en la concepción de un ser vivo, cuando es cigoto, las experiencias empiezan a sumar y las sinapsis a trabajar.

¿Son tan diferentes Marte y Venus?

Pues centrándonos en el cerebro, sus áreas y la cantidad de sinapsis conectada en ellas (interconexiones neuronales que es lo que provocan los aprendizajes, a más conexiones entre neuronas, más aprendizaje, a más aprendizaje, mayor inteligencia), parece ilógico que sea que sí, pues aparentemente los cerebros son iguales, pero hasta en eso la naturaleza es caprichosa y unido a la evidente cantidad de unas u otras hormonas en función del sexo, añadimos diferenciaciones a nivel de las áreas sinápticas y estas se agudizan con el cliché social.

Tod@s l@s niñ@s (para los puristas, prometo que será mi último intento de hacer uso del lenguaje con talante socialista) parten de un número distinto de neuronas, no se sabe con exactitud pero es cercano a los cien mil millones de estos cables del saber, lo que sí es empírico es que estas mueren en gran parte a los tres años y todas aquellas que no fueron conectadas o activadas desaparecen o se atrofian definitivamente, el cerebro se resetea y por eso es imposible tener algún recuerdo anterior a los tres años (tú, que eres cabezota, dirás que no y pensarás que recuerdas tal, cual o pascual, pero la ciencia no te engaña, y tus recuerdos serán más bien incentivados por tus familiares o la gente que te rodea o por experiencias o patrones de acción que se guardan en el disco más oscuro de tu cerebro, pero no por recuerdo memorístico).

Por ello no es importante nacer con más o menos, lo realmente imprescindible es activarlas antes de los tres años, habitualmente la media está entre unos tres mil millones o cinco mil millones, y una vez que pasamos a edad adulta solemos perder unas 10.000 casi de forma diaria en función de nuestros hábitos de vida.

¿Te habías planteado por qué los niños son esponjas o dan la sensación de que aprenden más rápidamente?

Sencillo, sobre algo en el que apenas hay conexiones será muy fácil establecer relaciones rápidamente. Por ejemplo si vas a una empresa nueva conocerás a multitud de trabajadores y por ende más que te pese, mantendrás un vínculo; puede ser positivo, negativo o neutro, pero vínculo al fin y al cabo; si por contra, te estabilizas en tu lugar de trabajo sempiternamente solo podrás conocer a la gente nueva con la que se vaya renovando la empresa. Por lo tanto, a más experiencias distintas más interconexiones, a menos experiencias menos interconexiones, no hay que ser ni psicólogo ni científico para estar de acuerdo, solo ser racional.

Continuará…

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