miércoles, 18 de julio de 2012

Resiliencia… a veces una hostia a tiempo hace falta.

Resiliencia... a veces una hostia a tiempo hace falta.

 “…Dos ratoncitos cayeron en un cubo de nata, el primer ratón enseguida se rindió y se ahogo, el segundo ratón decidió pelear y se esforzó tanto que finalmente convirtió la nata en mantequilla y se salvó, caballeros en este preciso momento yo soy ese segundo ratón…”

Así empieza una de mis películas favoritas “Atrápame si puedes”, hablando de luchar contra viento y marea, de dejarse la piel, de tropezar y levantar, de la resiliencia psicológica, pero resiliencia positiva.

Bendita resiliencia, para los teóricos es la capacidad de afrontar la adversidad saliendo fortalecido y alcanzando un estado de excelencia profesional y personal, es decir, para ti, para mi, palabras, solo eso, palabras. 

Y es que en ocasiones ocurren cosas en la vida que nos desequilibran emocionalmente y aunque en algún momento todo parezca sin solución, nada más lejos de la realidad, las cosas continúan, siguen su curso, a pesar de las personas, e incluso a pesar de nosotros mismos, al menos eso pensará gran parte de la calaña política actual repanchingada en su Chester, con un Farias y un Hendrix tónica, asumiendo la cara derrama de ser vilipendiado por la masa social sin alterar lo más mínimo su ritmo cardíaco.

La resiliencia en realidad te ayuda a edificar una actitud positiva con respecto a lo que te rodea y así afrontarlo con la cabeza alta, pero sin buscar la aprobación social, y si la autoaprobación,  es un concepto que se sirve de la retroalimentación intrínseca, eres tu mismo con tu organismo.

Piensas...

¿Qué es lo que los demás esperan de mi? La pregunta equivocada conlleva una respuesta errónea..., es eso entereza? No lo creo, eso te hace caer en un agujero más profundo aún si cabe...

¿Cómo debes reaccionar? Otra pregunta equivocada, lo ideal sería no plantearsela si quiera... pues el éxito reside más bien en ser un animal más que un ser racional, porque un error fruto del instinto es un acierto, el acierto de sentirte vivo, el acierto de sentirte honesto, el acierto de vivir conforme a los que sientes (no piensas), descubrir que el más irracional de los animales realmente eres tú y que eso te permite realmente por fin ser razonable (si se permite la incongruencia), al menos con tu fuero interno.

A veces una lágrima aborbotonada que no encuentra consuelo, una muestra de violencia exagerada o una conversación acalorada, propician que no te dejes nada dentro, dan una vuelta de tuerca sin pasar de rosca y consiguen que emané el verdadero tú, es decir, "yo".

Da rienda suelta a los sentimientos que más miedo te dan de ti mismo, ese miedo que atenaza y ahoga tus impulsos más latentes, ese que te hace disfrazar de apariencia arrolladora a un cobarde de caparazón opaco. 

Es mejor compartir ese miedo, es mejor dejarlo fluir, ahí reside la confianza, ahí reside la química, el mejor clímax posible... decir lo que piensas porque no existe temor a perder.

Yo, tú y todos hemos tenido ese corsé que nos sumerge en apnea y nos aprieta, que nos vuelve infecundos y del que necesitamos liberarnos, desprendernos y volver a respirar; esa camisa de fuerza es fruto de la automedicación, no de un loco doctor, y tienes la llave para convertirla en el más fino, ligero y cómodo de los linos ibicencos.

El tiempo es como una dulce inyección de morfina que se va diluyendo en tu sangre paulatinamente, relajándote, aliviándote, relativizando, olvidando... pero  morfina... morfina es droga al fin y al cabo.

NO CREO QUE EL TIEMPO
LO CURE TODO,
CREO QUE LO CURAMOS NOSOTROS.

Cuando por fin amaneces después de un día de mierda y con un moratón sin respuesta de la noche anterior, despiertas en apariencia dañado, con sangre y cicatrices pero sin herida alguna y ausencia plena de dolor, ahí... en ese precios instante... has decidido, sin saberlo, sacar ese miedo, hacer participe de él a los que crees importantes, la carga es menor, no remas solo, eso es resiliencia, vivir sin miedo para afrontar la adversidad.

El miedo a perder algo te conduce a perderlo,
disfruta de ello cómo si no hubiera mañana.


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