lunes, 1 de agosto de 2011

Felicidad Relativa


Decía Lakan: "las fantasías deben ser poco realistas, utópicas". ¿Por qué? Y es que está pregunta mourinihana no tiene fácil respuesta, quizás, porque en el instante que consigues lo que buscabas, lo que perseguías… deja de ser importante o necesario para ti; ya no puedes quererlo, lo tienes. Para que el deseo siga existiendo… necesitas que lo que anhelas este permanentemente ausente, por ello; debemos marcarnos metas poco plausibles, y con ellas, mantenernos con vivaz ilusión, pues será el viaje hacia la "felicidad" lo que nos hace feliz lo que disfrutaremos en verdad y no el instante de la consecución de la misma.


Pascal planteaba que: "solo somos realmente felices cuando soñamos con la felicidad, o la cacería es más dulce que lo cazado o ten cuidado con lo que deseas estas condenado a no quererlo en cuanto lo consigas", pero... realmente, ¿qué es la felicidad?, o ¿qué nos hace felices?; puede qué las personas y el concepto que guardan de nosotros, es probable que los bienes materiales o, por qué no, los sueños que hemos alcanzado.

El estado de felicidad permanente es inalcanzable, químicamente hablando por supuesto, si generáramos la endorfina del placer o beta-endorfina como bulle una olla a presión en la que el agua se desprende a borbotones y jirones de vapor ardiente, nos sucedería como ella; que desaparecería sin dejar rastro, desvaneciéndose en el aire, mimetizándose con lo etéreo, que a pesar de ser mundano y el más de los sofisticados elementos, es aire, abstracto a la par que indiferente, mediocre en realidad…, la esencia de todo esto es que se produzca de forma ocasional y extraordinaria, y no rutinaria.

Las beta-endorfinas son estimulables fácilmente. El ejercicio, el sexo, la risa e incluso el llanto, segregan de forma torrencial en la sangre provocando un torbellino de sensaciones, que concluye como un masaje tailandés (¿final feliz?), relajación o quasiadormecimiento. Pero, ¿es esto la felicidad? ¿La definimos por estos pequeños instantes? ¿No es una incongruencia, que algo inherente a nosotros nos haga felices?

Estas mensajeras del placer no sólo son responsables de lo que tú crees “felicidad”, también mejoran tu memoria, tu humor, tu disposición física y mental, tu sistema inmunológico, aumentan tu resistencia, evita lesiones en los vasos sanguíneos, poseen un efecto anti-envejecimiento y es el mejor analgésico, después del hielo…, efectivamente ninguna de las anteriores razones estarían en una lista de cosas que te hacen feliz o provocan tu felicidad, por lo tanto, no es el efecto o las consecuencias de estas, sino el cómo se produce esa reacción.

¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar para ser feliz? 

La satisfacción momentánea no suple tus carencias afectivas o tu desazón permanente, si buscamos felicidad en el diccionario nos daremos cuenta que la RAE la define como el estado de ánimo que se complace de la posesión de un bien… pues bien, permítase la redundancia, la RAE no sabe lo que es felicidad porque sencillamente hay más de seis mil millones de elucubraciones posibles y ninguna es válida.

Si definimos el estado de felicidad como conseguir lo que uno quiere o desea, ¿por qué inmediatamente después de conseguirlo ya no es importante?, de repente ya no le das valor, ya no es necesario…, efectivamente, estas “hormonas de la felicidad” no son infinitas y no se segregan de forma paulatina y constante como si lo hubiera ideado Henry Ford. Por eso experimentamos un asombroso bienestar incongruente cuando perdemos a alguien o sufrimos encarecidamente con algo y ya no podemos llorar más, y es que la liberación de lágrimas lleva consigo un aporte extra de endorfinas del placer, que es equivalente al doble que el que se produce en un orgasmo.

Por lo tanto, lo que anhelabas... ¿de verdad era importante o descenderá su valor a medida que pase tiempo junto a ti?, y lo que es peor todavía… ¿podemos hacer la misma valoración para los bienes materiales, que para los seres humanos?

Decididamente NO, un bien material pierde valor en el preciso instante que lo posees por el simple hecho de que su valor nunca se altera. El perejil, por ejemplo, es más sabroso, combinativo y efectivo en un guiso que el azafrán, pero este último es difícil de conseguir y por ello lo valoramos más, al menos económicamente hablando; pero... ¿puedes extrapolar esta situación a un ser querido, a un amigo, a un familiar, a un/a novio/a?

NO, insisto, taxativamente NO, porque los humanos somos como el Dow Jones, tendemos a variar nuestra cotización, puedes estar al alza o a la baja, pero sin duda, eres un valor seguro y que se retroalimenta constantemente con otros, por eso si eres un insulso, mediocre y anclado en la pasividad tu valor no se mueve, y por lo tanto, eres más cercano a un bien material que a un humano, pero si por el contrario, eres distinto, diverso y diferente tu valor es variable, y se enriquecerán los que te poseen y por tanto, tu valor en el mercado. Me niego a pensar que la persona que deseabas en lo fraternal o en lo sexual, deja de colmar tus expectativas, y me enrisco en la idea de que pierda su valor, pues la mezcla de dos valores en constante cambio y evolución ofrece un sinfín de oportunidades y experiencias... pero...

¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?

Solo tienes que ser necesario para los demás para conseguir que te deseen, si eres agua corriente que sale por un grifo cada vez que lo activan serás eso… corriente, sin embargo, si no demandas gasolina, electricidad o carbón para activarte, sino la mera motivación de ser feliz, serás feliz, no sustentes tu felicidad por lo que tienes o deseas, sino por tu valor más importante… lo que eres y los que te rodean, apuesta por ellos cuando tocan fondo para reflotarlos y aprovecha tu inversión cuando te enriquezcan, de la interacción entre ambos vendrá el lucro común y de este, el bienestar general.

Ahora bien... actúas para que te valoren o sin esperar nada a cambio.

En ocasiones nos enojamos cuando vemos artistas, deportistas, famosos, empresarios o gente que supuestamente lo tienen todo y dicen que no son felices, pero las interpretaciones pueden ser diversas: químicas, físicas o económicas, pero no es más que comparar tu vida en función de la vida de otros, pero la que realmente importa para ser feliz, es la interpretación irracional, sensorial, abstracta y rabiosamente subjetiva que haces de ti mismo.
                                                                                         
La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto,
No depende de lo que tenemos, sino de lo que somos.

1 comentario:

  1. Muy pero que muy interesante... a partir de hoy no me pierdo tus entradas; me agrada saber que hay gente como yo, que no se conforma con sentir, sino que le gusta desgranar sus ideas, saber "purr qué...?" (al estilo mourinihano) jiji.

    ¡Besotes!

    Nieves

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